martes, 5 de agosto de 2025

 Sinfonía nº 1, “Titán”, de Gustav Mahler (1860-1911)

 

En abril de 1907, el gran compositor y padre de la musicología española, Felipe Pedrell (1841-1922), afirmaba que Mahler era “el más genial sinfonista viviente de Europa Central”. Hoy, 118 años después, ustedes podrán darle la razón o, como ocurrió en el estreno de esta primera sinfonía, allá por noviembre de 1889 en Budapest, calificarla como demasiado larga y fría. Este primer trabajo sinfónico de Mahler lleva el subtítulo de “Titán”, que procede de la novela homónima del escritor alemán Johann Paul Friedrich Richter (1763-1825). En ella encontramos al típico héroe romántico que debe luchar frenéticamente para poder crecer personalmente a través de las experiencias de la vida, buenas y malas. Es fácil reconocer en ese héroe al propio compositor, que estaba viviendo, una vez más, una situación dolorosa y perturbadora.

 

Años antes, todavía un niño, había padecido el sufrimiento de perder a mucho de sus hermanos (era el segundo de 14 hermanos), y vivir en una casa en la que el amor brillaba por su ausencia, a excepción del de su madre, y donde las peleas, los gritos y la violencia, eran el pan de cada día. A todo esto tenemos que sumar sus amoríos juveniles, que ya sabemos lo que suelen significar. En este momento, Gustav, vivía en Leizpig, enfrascado en la dirección del teatro de Ópera de la ciudad, la composición y en una relación muy intensa con Marion Weber, esposa de Carl von Weber (nieto de aquel Carl María von Weber que compususo años antes “El Cazador Furtivo” y “Oberón”). Por lo que sabemos, su amor fue totalmente correspondido, tanto es así que los dos amantes pensaron huir juntos en tren…más romántico imposible. Finalmente, el sentido común triunfó y Mahler se trasladó, solo, a Budapest. 

 

Todos estos aspectos están presentes y vertebran las obras de Mahler, y esta sinfonía no es una excepción. Como escribió José Luis Pérez de Arteaga, el arte se utiliza, muchas veces, como paño de lágrimas. ¿Cómo limpió Mahler sus lágrimas en su primera sinfonía? Vamos a realizar un breve análisis:

Primer movimiento: presentación del paisaje en el que se encuentra nuestro héroe: la naturaleza. La música recrea un ambiente bucólico, lleno de lirismo. Se puede escuchar el sonido del cuco y de las fanfarrias militares. 

Segundo movimiento (de la primera versión de 1889): el conocido como “Blumine”, un maravilloso Andante que será eliminado en la revisión para el estreno de 1893, pero que se puede escuchar en Youtube. Es posible que los acontecimientos adversos de su relación amorosa con Marion le hicieran cambiar de opinión y suprimir una música tan bella y romántica.

Segundo movimiento (versión definitiva): como no podía ser de otra manera en la música del ámbito austrohúngaro, un Scherzo, con dos temas contrastantes en forma de vals, el primero más movido y orquestal y el segundo más lento y con más intervenciones solistas, sobre todo de vientos.

Tercer movimiento: una de las recurrentes marchar fúnebres de Mahler, basada en la canción popular “Frére Jacques”, pero en modo menor y con un tono irónico y burlesco, seguida de otro tema popular que recuerda a la música judía (no olvidemos los orígenes del compositor) y que procede de canciones compuestas unos años antes. 

Cuarto movimiento: también aquí podemos encontrar dos temas contrastantes, uno más tempestuoso y otro más calmado, que irán modificándose hasta llegar a crear un ambiente verdaderamente titánico en su Finale, que marca el triunfo del bien y del héroe sobre todas las adversidades.

 

Resumiendo, una primera obra sinfónica en la que ya encontramos lo que serán las características del futuro Mahler maduro: uso de todo tipo de temas populares, como fanfarrias marchas y valses; largas y preciosas melodías; temas contrastantes, a la manera de Beethoven o a las sugestivas páginas de las novelas de Dostoievski; y la ironía y burla de un joven Gustav; todo ello envuelto en una cuidada orquestación y unas armonías que presagian la llegada de las primeras vanguardias de principios del siglo XX.

 

Espero que no les ocurra como aquella señora que, durante el estreno de la sinfonía en Leizpig, se quedó dormida y, al llegar el inicio del tercer movimiento con el “forte” del platillo, se despertó de un sobresalto y tiro todas sus cosas al suelo.

 

Disfruten.

 

Matteo Conti Lenoci