lunes, 7 de octubre de 2019

CONCIERTO YURI NASUSHKIN Y LIDIA STRATULAT EN ATENEO. 04-10-19





Al igual que la semana pasada, insisto en lo que decía: he escuchado a mucha gente quejarse de la poca vida musical (y cultural) de Santander. Pero creo que esa misma gente es la que no se molesta en informarse o ver la oferta de la ciudad. La semana pasada ya hablamos de los dos conciertos que se presentaron, y el viernes pasado hemos tenido el privilegio de contar con dos grandes músicos y personas, de nivel internacional, que llevan nada menos que cuarenta años en los escenarios.

Yuri Nasushkin, violinista, director de orquesta y pedagogo ucraniano, llegó a España en los años noventa, como integrante de la orquesta de los famosos “Virtuosos de Moscú”. Desde ese momento emprendió una prolífica carrera como intérprete, docente e impulsor de interesantes proyectos educativos.

Lidia Stratulat, renombrada pianista moldava con una extensa carrera internacional, ya sea de solista, como en música de cámara. También destaca como pedagoga, habiendo tabajado durante tres lustros en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Actualmente desarrolla una intensa actividad concertística y pedagógica en todo el mundo.

Prueba de todo ello es el magnífico concierto del pasado viernes 4 de octubre, organizado por la Sociedad Filarmónica y de las Artes de Cantabria, en el incomparable y familiar marco del Ateneo de Santander.

Dentro del amplio y diverso repertorio del dúo, pudimos disfrutar de un recorrido que comienza en el barroco de Bach (1686-1750), hasta llegar a la música del reciente Alfred Snitthke (1934-1998), pasando por uno de los hijos de Bach, Berezovsky, Piazzola o John Williams. Además, el recital tenía el sugerente título de “Diálogo”. ¿A qué clase de diálogo se refiere?

La velada comenzó, así, con la última de las sonatas para violín y clave de Bach, BWV 1019. La colección de las seis piezas se compuso en un tiempo relativamente breve, en lo que se conoce como la “época de Köthen”, presumiblemente hacia 1720.


En este caso, pudimos palpar de cerca la palabra diálogo en toda su riqueza. ¡Busquemos cuáles! En su juventud, Bach, tocó la viola y el violín, por lo que la influencia de las cuerdas creó en él un poso que sería uno de los puntos fundamentales de su pensamiento compositivo. Los fraseos, escalas y figuraciones del teclado lo demuestran con exactitud. La sonata se vertebra en cinco partes, las impares de carácter juguetón y alegre, y las pares, más lentas e íntimas. Aquí tenemos una de las características de Bach. La presencia de los propios estados de ánimo del compositor, fuerza y pasión entremezclados, siempre con la mirada puesta hacia el Cielo.

El primer movimiento –Allegro-, nos presenta un fresco Sol mayor, en el que Yuri y Lidia desgranan con eficacia y precisión todos los colores y timbres de las distintas voces. El Largo que le sigue, sobrio y expresivo, penetra en lo más profundo de la intimidad de Bach y, en la nuestra también. Un grito contenido que algunos sugieren podría ser la triste despedida de Bach a su primera mujer. Las frases descendentes y las notas largas nos muestran ese “lamento fúnebre”, esa bajada al subsuelo, mientras que las melodías ascendentes, son la oración que el compositor dirige a los cielos. Diálogo entre lo humano y lo divino a través de la música. (Recordemos que Bach solía firmar sus obras con las iniciales SDG, es decir, soli deo gratia).

El Allegro siguiente (para piano solo), perfectamente hilado con el anterior, está escrito en una especie de danza binaria. La pulcritud y precisión dinámica de Lidia es formidable. Un toque sedoso, que se desplaza ágilmente en esas corcheas, a veces picadas y a veces ligadas, hace sonar las voces como si tuviéramos delante a un coro con sus cuatro voces. Todo ello elaborado con un trabajo magistral en el uso pedal, muy atento a la sonoridad de los fraseos y a las resoluciones de los adornos y florituras.

Una expresividad que podríamos definir como “religiosa” es la que se muestra en el Adagio. Vetas dramáticas envueltas con las síncopas del teclado nos devuelven a esa parte más íntima y mística del compositor pero que, gracias a la viva y sensible interpretación del violín y del piano, podemos hacer nuestra.

El Allegro-giga final, actúa a modo de parte cadencial de la sonata. El tema principal se presenta y desarrolla por toda la danza, una veces en el violín y otras en el teclado, con un tempo justo y una arquitectura sonora clara, el igual que las diferentes texturas presentes en cada uno de los instrumentos.

Tras esta pequeña joya de apenas veinte minutos de duración, pudimos disfrutar de la sonata en do menor H. 514 de C.P.E. Bach, uno de los hijos más aventajados del compositor y que permanece en la historia como uno de los precursores de la actual forma sonata y del estilo que se conoce como “clásico”.

A diferencia de la sonata barroca, ésta se estructura en tres movimientos, en los que persiste la alternancia rápido-lento-rápido. El elaborado y fundamental trabajo contrapuntístico, el bajo continuo de la mano izquierda del teclado, las imitaciones entre los dos instrumentos y la importancia estructural del motivo inicial como generador, todas ellas características del barroco, dan paso a lo que, más adelante será el binomio melodía-acompañamiento. Disminuyen el diálogo imitativo, empezando a aparecer temas propios y variados. La clara y explícita interpretación de Yuri y Lidia dan muestra de ello. Tomamos como ejemplo el segundo movimiento, donde el concepto de “melodía acompañada” brilla de manera lírica y pausada.

La segunda parte comenzó con un estreno absoluto en España. Se trata de la sonata para violín y piano de Maxim Berezovsky (1745-1777), compositor ucraniano casi desconocido, pero que, como comentó el propio Yuri, fue contemporáneo de Mozart y alumno del padre Martini en Bolonia, bajo el cual, un joven Mozart, en sus viajes a Italia, también tuvo el privilegio de estudiar durante un breve periodo.

Compuestas en perfecto estilo clásico, representa el canon típico de esta época. Ya en el primer movimiento, Allegro, encontramos los típicos temas contrastantes, aunque breves, partes modulantes y, sobre todo, el predominio de la parte del violín (melódica), acompañada por el piano (armónica) en el que podemos escuchar el famoso “bajo Alberti”, en la mano izquierda. Encontramos en Yuri al gran comunicador de la idea clásica del fraseo y precisión dinámica presente en la partitura.

El grave intermedio es el movimiento más expresivo de la sonata. La meliflua y dulce melodía vuelve a recaer en el violín, interpretada con un gusto delicioso. El piano repite las partes finales de sus frases a modo de “comentario” lejano y facilita la parte armónica a través de acordes en la mano izquierda. Destacar aquí la habilidad de Lidia, capaz de interpretar este acompañamiento de una manera sutil y precisa, sin exagerar la dinámica y caracterizando todas las cualidades armónicas de cada compás.

Finalmente, el Allegretto con variaciones, en tiempo ternario, a modo de Minuetto. En este caso podemos apreciar la capacidad intelectual e interpretativa del dúo. La primera, viendo cómo los músicos “improvisan” figuraciones, adornos y técnicas que no están presentes en la partitura, pero que encajan perfectamente con el estilo de la misma y que la dotan de mayor riqueza, tanto melódica como rítmica. La segunda, constatando cómo son capaces de desenvolverse ante un movimiento que se vuelve cada vez más complejo con cada variación que pasa, pero sin perder el sentido del compás ternario y del carácter general de esa especie de danza ternaria.

Tras la parte clásica, el dúo interpretó una serie de piezas de compositores del siglo XX. Un verdadero diálogo ente naciones se estableció mientras escuchábamos, una a una, las obras seleccionadas. Comenzamos en la esfera austro-judía, con el que fuera dedicatario del concierto para violín de Elgar, Frizt Kreisler, y su Gitana. Obra exótica, que mezcla melodías populares y ritmos “valseados” en tiempos ternarios, con partes más agitadas y virtuosísticas. La interpretación de Yuri-Stratulat, es una de las mejores que se puede escuchar, en la que juegan, casi hasta el paroxismo, con los tiempos y el rubato, aportando a la pieza su carácter gitano-zíngaro.

Uno de los momentos más íntimos de la noche fue la interpretación de La lista de Schindler de John Williams. Fue prologada por una lapidaria frase de Yuri, que nos comentó cómo sólo hace apenas un mes, pudo conocer la noticia de que su abuelo fue fusilado durante la guerra, únicamente por el simple hecho de ser judío. Tras terminar la frase, se colocó el violín, bajó la cabeza y los brazos, dejándonos con el corazón helado, mientras que Lidia comenzaba desde la más profunda oscuridad, la pieza. Fue un momento emotivo, en el que las notas de esa bella melodía fluían con una fuerza especial. La interpretación acabó, como no podía ser de otra manera, con un largo y prolongado aplauso.

Volvimos a la calma, o eso pensábamos, trasladándonos a la Rusia del gran compositor Alfred Schnittke. Y aquí se pudo ver cómo las raíces “tiran”, ya sea uno escritor, músico o pintor. Con la Polka se “desmelenaron” hasta tal punto que Yuri, en un gemido típico de aquellos valses y danzas del Este, que a más de uno asustó, hizo volar sus gafas que aterrizaron detrás de él. Gestos de complicidad con Stratulat en los glissandi, entradas perfectas, respiraciones casi simultaneas, aceleraciones y frenadas espectaculares impregnaron esta corta pero alegre obra del compositor ruso. Fue el preludio perfecto para la última obra del programa, con la que viajamos a la Argentina de Astor Piazzola, con su magnífica Milonga para un ángel. La fabulosa conexión entre los dos músicos consiguió que nos olvidáramos del piano y el violín y, en cambio, viéramos a dos personas bailando esa milonga lenta y sensual.

Terminó así uno de los grandes conciertos de este año en Santander. Un dúo con una calidad interpretativa magistral y, a la vez, una humildad ejemplar, que ofreció un repertorio diverso, divertido y emotivo, que hizo que el público pidiera que volviera pronto. Y esperamos sinceramente que así sea.

Un saludo y buenas noches!

domingo, 29 de septiembre de 2019

CONCIERTO CASYC Y BLACK BIRD (27-09-19)


VIERNES VIAJERO…EN SANTANDER…



Gran fin de semana cultural en la capital cántabra. Sí, a pesar de lo que muchos pretenden decir y convencer, Santander, dentro de sus posibilidades y limitaciones, consigue mantener en pie una agenda cultural como mínimo, altamente productiva e interesante. No voy a hablar aquí, porque no es el momento ni el lugar (quizás en otra ocasión, en otro apartado del blog), de quién está detrás, ni de política ni intereses creados…prefiero hablar de los que están delante, de los que dan la cara, con nombres y apellidos, y se ponen encima de un escenario, con todo el trabajo que eso conlleva, con amor por su trabajo, con proyectos y deseo de compartir sus emociones e inquietudes con el público, ya sea mucho o poco.

La noche comenzó en el Casyc, con un concierto que ofreció el pianista Francisco San Emeterio, enmarcado dentro del ciclo “Clasicoscopio: compositores de Cantabria en el repertorio para piano”. Un recital que se prolongó unas dos horas y en el que pudimos escuchar obras de los grandes clásicos, elegidos por las motivaciones estéticas y emocionales del propio intérprete. Haydn, Schumann, Granados y Ravel, compartieron público con Esperanza Zubieta Trives (1963), Emilio Otero Palacio (1951), Antonio Noguera Guinovart (1963) y Luis Ángel Martínez Sánchez (1960).

Debido a la extensión del concierto y a la cantidad de obras interpretadas por San Emeterio, me centraré en una de las que me ha parecido más interesante y que más ha llamado mi atención. Estreno absoluto a petición del propio pianista, “Mi gitana”, de la compositora Esperanza Zubieta, muestra con admirable maestría, un viaje estilístico y sensitivo a prácticamente todas las épocas de la historia de la música. Las primeras notas nos trasladan ante un Monet, Renoir o Morrisot, de aquella Francia impresionista y simbolista. 

Dulces pinceladas post-románticas, sonoridades sugerentes y un lirismo justo pero claro nos enlazan con unos compases al más puro estilo clásico, en el que la simetría, el esquema tonal y las líneas melódicas, nos devuelven a aquellas veladas mozartianas del XVIII. Una especie de puente modulante, cabalmente organizado, con saltos a tonalidades lejanas pero muy efectivos, dan pie a lo que es la parte central de la obra. Esa gitana, con ese carácter español, con sus ritmos acerados y ese brillo noble, aunque no tanto su interpretación. Nada que envidiar a los Granados, Falla o Albéniz. Además del preciso y caluroso ritmo, destaca la melodía de aire español, pegadiza a la vez que fresca y potente. Tras el paso por su España, Zubieta parece re-hacer este viaje, pero volviendo sobre sus pasos. Revisitamos así el clasicismo vienés, el romanticismo alemán y el impresionismo francés, pero siempre en la mente aquella melodía y esos ritmos españoles.

Así pues, una gran obra para piano que muestra la versatilidad y capacidad de la compositora para navegar en los mares de los diferentes estilos, pero sin llegar al “manierismo”, sino aportando sus experiencias y lenguaje particulares.

Una vez acabado el concierto, corriendo al siguiente. Por tanto, sala Black Bird y "JazzTeDigo", uno de los grupos de jazz que más están dando de qué hablar en el panorama cántabro. Sus integrantes, Rubén Ortiz “Bubi” (guitarra), Saúl Crespo (violín) y Germán Caprara (batería), presentaron un concierto-homenaje al reciente y tristemente fallecido grandísimo violinista y compositor francés Didier Lockwood (1956-2018). El tributo fue más emotivo aún, si cabe, debido a que Saúl Crespo fue uno de sus alumnos durante los últimos años de Didier en París.

Con un estudiado repertorio nos sumergieron en el jazz más clásico de la mano de los grandes del jazz, como Sonny Rollins, Grappelli o Reinhardt, hasta llegar al jazz más "ochentero" y fusión de Didier. Un torbellino sensitivo nos golpeaba un tema tras otro. Un delicado e íntimo “Somewhere over the rainbow” de la banda sonora del Mago de Oz, en el que guitarra y violín hicieron alarde de una complicidad perfecta, tanto en sonoridad como en discurso musical, siempre acompañados por las sutilezas de Caprara. Inesperados cambios de tempo, como el que nos sacudió con el “I got rhythm” de Gershwin, magistralmente solucionado, que se contrapone con “Les Valseuses”, tema de Didier, chistoso y socarrón en el que pudimos ver una nueva faceta del grupo: su teatralidad. Ánimos al más puro estilo “góspel” surgían desde la batería, replicados por la guitarra durante las improvisaciones del violín y, más tarde, Saúl hacia los propio en las batidas improvisatorias de Germán.

También tuvimos momentos para aprender. Supimos que para Didier, uno de los pilares para ser un buen músico de jazz es dominar el lenguaje del blues. Con el tema “Barbizon Blues” los tres músicos nos demostraron, a través de sus respectivos instrumentos, que lo son. Fraseos pentatónicos bellamente entrelazados, rítmica impecable y cadencias típicas de este género, patriarca de todos los demás, nos llevaron a la Louisiana de principios de siglo XX.

Con “Nuages” nos envolvieron en el mundo de las sombras una balada meliflua. Ritmo lento, arrastrado por las escobillas, esos acordes que te tocan directamente al corazón y a las neuronas al mismo tiempo y esa melodía sugerente del violín que termina casi con la sonoridad del viento.

Finalmente quiero destacar uno de los temas que más he disfrutado, por decirlo de alguna manera del concierto. Es el “The Kid”, del propio Didier, al parecer un tema bastante autobiográfico. Se percibe el carácter de los años 80, con ese violín tratado casi al estilo de guitarra eléctrica, que traza una melodía perfecta, simple y pegadiza. Una armonía sencillamente maravillosa y una rítmica que encaja a la perfección con todos esos elementos. Qué decir de la interpretación. Los tres músicos dieron lo mejor en un tema alegre y soleado que, dicho sea de paso, no he parado de escuchar desde el viernes.

Así pues, gran concierto para terminar la noche del viernes, con un grupo que se ha hecho un hueco en el panorama musical cántabro, habiendo actuado ya en los más importantes espacios de la región, como el Teatro Principal de Reinosa, el Casyc, el Ateneo, Centro Botín y, este mes de octubre, en la Sala Argenta del Palacio de Festivales.
Esperamos escucharlos pronto y contaros aquí la experiencia.

Ciao!