domingo, 4 de agosto de 2019

RESEÑA CONCIERTO INAUGURAL 3-8-19

Y finalmente comenzó el Festival Internacional de Santander. ¡Y de qué manera! Un espléndido viaje que nos trasladó a las islas escocesas de las Hébridas, al Paris de principios del siglo XX y a la Viena del XVIII. Nos acompañaba la Mahler Chamber Orchestra, dirigida por el checo Jakub Hrusa y el joven pianista Seong-Jin Cho.

En 1835 se publica un tríptico que incluye Sueño de una noche de verano, Mar en calma y viaje de Próspero  y Las Hébridas. Pertenecen al joven compositor nacido en Hamburgo, Felix Mendelssohn (1809-1847) y conforman, según él mismo dice, un grupo coherente de obras. Robert Schumann también coincidirá con Mendelssohn comentando que las tres obras con sus tres tonalidades (Mi menor, Si menor y Re mayor) son como las tres Gracias.

Con estas obras, el compositor alemán, de apenas veinte años, revoluciona la idea de obertura alejándola de la escena teatral. Siguiendo la línea de Beethoven, con Coriolano, Egmont o Leonora, crea una pieza instrumental completamente autónoma y sustrae su dependencia al drama, siendo una de las grandes aportaciones a la música orquestal: la obertura de concierto.

Así, nuestro viaje comienza en Escocia, al oeste de las islas Hebridas. Las circunstancias casi son mágicas. Si el concierto hubiera sido unos días más tarde, el 8 de agosto, estaríamos recreando, con 190 años de distancia, el mismo día en el que Mendelssohn se dirigió a la isla de Staffa, también conocida como gruta de Fingal, o cueva de la melodía, con su amigo Karl Klingemann, y que fue la inspiración para la obra que lleva el mismo título.
Y aquí aparece otra gran novedad. La obra es fruto de las impresiones de Mendelssohn al contemplar ese maravilloso espectáculo, y no un poema o una obra teatral (como las otras dos oberturas). ¿Podríamos encontrar el germen de lo que será, unos años más  tarde, el Impresionismo?

La obra comienza con un motivo rítmico en los vientos, con cierto tono escocés (aunque Mendelssohn siempre mantuvo la distancia con el elemento popular), que será repetido varias veces, produciendo un efecto de estatismo. Un motivo parecido lo encontramos en la Pastoral, seguramente presente en la mente de nuestro compositor. En segundo tema, más melódico, se introduce en los cellos, tras él suela una fanfarria de metales, quizás presentada de su propia sinfonía 5 o "de la Reforma" y un fortísimo orquestal. Este recurso dinámico será utilizado como elemento estructural para separar las distintas partes de forma-sonata que tiene la obra. Un recurso perfectamente logrado por la orquesta e implementado por la fuerza contagiosa del director checo, al mismo tiempo que se "sentía" la presencia del gran maestro Claudio Abbado (fundador de la orquesta). La segunda parte procede de una manera similar, destacando el solo de flauta, por la española Julia Gallego, que presenta el tema inicial, pero de una manera misteriosa y difusa, casi recreando la bruma que envolvió a los dos amigos aquel día en la gruta.
La última parte se reconoce por el cambio de tempo (Animato) correctamente ejecutado, y no como ocurrió en el estreno de Leipzig de 1834, donde la orquesta se aceleró demasiado. Mendelssohn llegaría a decir, visto lo visto, empezaría a componer como Bach, no escribiendo ninguna anotación en la partitura, total...lo tocan como les da la gana!

Característico y sugerente es el final en pianissimo, hermosamente contrastado con los fuertes compases anteriores, y que sigue la lógica del tríptico de oberturas, donde las tres acaban de manera suave y calmada.

Después de escuchar esta interpretación, estamos de acuerdo con Wagner cuando decía de ella: "una obra de arte de un pintor de paisajes de primera categoría" y no tanto con aquellos comentario de Berlín en 1833, cuando se la tachó de "demasiado seria para el público de un concierto".

La segunda obra del programa fue el Concierto para piano y orquesta n. 1 en mi menor de Chopin (1810-1849).
Más o menos con la misma edad en la que Mendelssohn compone su obra, el joven compositor polaco, deja su patria para dar una gira de conciertos, sin saber que jamás volverá a verla. Ese podría ser uno de los motivos por los cuales el elementos popular polaco está siempre presente en sus obras.

El Allegro maestoso comienza con la orquesta presentando el material temático que será replicado por el piano, con el magnífico toque de Seong-Jin. Un primer tema rítmico y marcial, que entra bruscamente, con fuerza y vigor, y una segunda idea melódica y muy lírica, bellsimamente desglosada por el surcoreano. No pueden faltar los típicos adornos chopinianos, grupos de infinitas notas impares, arpegios rotos, apoyaturas y retardos. Todo ello acompañado por una mano izquierda delicada y perfectamente timbrada y una orquesta que realizó su difícil papel de manera soberbia.

La Romance que le siguió es una verdadera joya. Si el primer movimiento podría ser un Preludio, éste sería un Nocturno. Característico es el inicio, con ese intervalo de sexta tan utilizado en la historia de la música para los temas de amor, y los suspiros entrecortados, a través de notas largas que se pierden en el entramado de la orquesta, que las mima hasta el tercer movimiento. Un Rondó al más puro estilo virtuoso del XIX, técnicamente complejo pero resuelto de manera magistral, clara y deliciosa, y con gran riqueza de matices por parte de Seong. Decir lo mismo de la orquesta que no lo tenía nada fácil en una obra duramente criticada por su "plana y pobre" escritura. Para más datos sobre el por qué de este estilo compositivo, podéis leer la entrada "Concierto inaugural".

Podemos afirmar que se ha cumplido a la perfección el propósito de Chopin: cuidar la claridad, casi a la manera de Mozart, y presentar, como diría Schumann en 1836: "el espíritu de Beethoven en la sala de conciertos".

La ovación de las casi 2000 personas de la sala Argenta, hicieron sentarse de nuevo a Seong para dejarnos inmóviles y emocionados con el Adagio cantabile de la sonata 13 de Beethoven "Patética", con una interpretación que nos dejó con los ojos fijos en ese piano.

"Una esbelta doncella griega entre dos gigantes nórdicos". Así definía Schumann a la cuarta sinfonía de Beethoven, incrustada entre la tercera y la quinta, los dos gigantes. La gran diferencia la podemos encontrar en su estética: una expresión que podríamos llamar "contenida" (si hay algo de eso en Beethoven).

Llama la atención el primer movimiento Adagio, casi lúgubre y que nos transporta al Mahler más compungido, que comienza con la introducción más larga compuesta por el maestro hasta esa fecha, 1806 y estrenada en 1807. Destacar la dificultad de las corcheas seguidas de silencios en pianissimo, mantenido de manera ejemplar por las cuerdas. Unos compases rossinianos dan pie al Allegro.  Alegría y amor juegan entre los distintos matices pintados por las cuerdas y vientos, destacando el clarinete de Vicente Alberola. Los propios gestos del director manifestaban ese carácter, infundido en toda la orquesta.

El segundo movimiento comienza con el llamado "tema de los timbales", ejecutado por los violines, que no será sólo un motivo introductorio, sino el hilo conductor de todo el movimiento. Aparece el tema en la flauta, pastoral, posiblemente resultado del momento de calma y amor, de los pocos vividos por Beethoven.

Llegamos así al tercer movimiento, lleno de humor, en el que la alternancia entre ritmo anacrúsico y regular del primer tema, crea una especie de caos alegre, una especie de baile de máscaras o, justamente, un Scherzo  (broma). En el Trio, la orquesta tiene el cometido, perfectamente logrado, de ordenar el "barullo" del Minuetto anterior. Maderas y cuerdas serán los responsables de hacer de Mary Poppins. Destacar el papel del fagotista Guilhaume Santana.

La sinfonía termina con un final terriblemente feliz, con sus acordes típicos de los finales del genio de Bonn.

Gran concierto de inauguración del Festival Internacional de Santander, con un repertorio comprometido y ambicioso, un solista excelente y una orquesta que ha demostrado un altísimo nivel, a pesar de su juventud. Con un comienzo así, esperamos más emociones en los siguientes conciertos.




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